El Gobierno Nacional a
través de sus voceros más representativos y del mismo presidente Santos, con la mayor torpeza se empecinan en
menospreciar episodios políticos que adelanta la oposición. El pasado mes de marzo,
las centrales obreras y gremios del sector productivo, realizaron una jornada
de protesta por múltiples razones: venta de Isagen, desempleo, alto costo de
vida, mal gobierno, incumplimiento de pactos, reforma tributaria, entre otras. El
presidente Santos habló al respecto unos días antes y dijo que su
administración respetaba el derecho a la
protesta, que sería incapaz de obstaculizar la misma, que su gobierno era demócrata y
que brindaría plena garantías, palabras
más, palabras menos. A continuación y en otro escenario, dijo sin palidecer: ‘
El paro cívico es para apoyar la paz’; los organizadores de inmediato, muy
molestos, salieron a desmentir esa declaración y
dijeron que aunque apoyaban el proceso
de La Habana, el objeto de la protesta era otro muy distinto; en la manifestación sin embargo, hubo mucha gente
con carteles alusivos a la paz que cambiaron el curso de la protesta.
El pasado 2 de abril, ríos
de gente de diferentes ciudades y poblaciones del país salieron a marchar pacíficamente, desafiando la inclemente lluvia, sacrificando el sábado de descanso, y soportando
el sirirí de decenas de personas que atrincheradas en las redes sociales trataban inútilmente de
enlodar el evento (Martín Santos y su equipo), esgrimiendo disparates como que el
Clan Úsuga estaba invitando y patrocinando el evento; Caracol Radio Noticias, en el espacio de Dario Arismendi, recogió con morbo la información.
El hecho es que las calles de las
principales ciudades se vieron engalanadas desde muy temprano de la mañana,
camisetas tricolores, multicolores, blancas, verdes, moradas, se confundieron en
una sola consigna; banderas de la patria ondeaban por doquier, pancartas, pitos y cánticos se coreaban con un permanente “No +
Santos”, el himno nacional entonado con
gravedad y respeto le puso el toque solemne al recorrido, en fin fue una gran fiesta
cívica donde los jóvenes se distinguieron por su entusiasmo y amor por la
patria, ante la mirada soslayada de funcionarios que desde lo alto de los
edificios observaban con impotencia, cómo una partido (CD) sin puestos ni
contratos, con mala y poca prensa, movilizaba millones de colombianos.
El presidente Santos no la
tiene fácil, la oposición (mayoría en el país) actúa de manera cohesionada, firme,
segura, indignada por la forma como gobierna, especialmente porque trata de imponer a los colombianos un proceso de paz irregular, en contravía de una sociedad que desconfía de ella, que no la ve con buenos ojos.Si se lleva a cabo el plebiscito tal y como está planteado, de lejos lo perderá el presidente en las urnas, pues el país no avalará por ninguna circunstancia acuerdos donde no se incluya: reparación a las víctimas, justicia sin impunidad, entrega de armas y de bienes expropiados ilegalmente, destrucción de cultivos ilícitos, erradicación de minas personales, etc.
En la Mesa de negociaciones,
las Farc se presentan como la pobre viejecita de Pombo, “sin nadita que comer,
sino…”; pero lo cierto del caso, es que utilizan
el proceso de La Habana, entre otros asuntos, para que el gobierno (los
colombianos) financie y los releve de una guerra sucia que afronta contra sus
ex socios el Clan Úsuga, sociedad que se rompió cuando los señores de las Farc decidieron
sacarlos del negocio, apoderarse de las rutas del narcotráfico, hacerse a
toneladas de droga y de cientos de millones de dólares. Los Úsuga en respuesta engancharon
de las filas guerrilleras no menos de 3.000 militantes que decidieron cambiar
de bando por otro que les ofrece mejor trato y mejores garantías económicas; así
se ha fortalecido este clan de delincuentes, a la usanza guerrillera, y así se han
debilitado las Farc, sumado a esto que el Castro-chavismo de Venezuela, donde se esconden,
viene de salida. Las opciones u oportunidades de las Farc se agotan.
Lo cierto del caso, es que
la cúpula con la que el gobierno Santos adelanta negociaciones en La Habana,
representa menos del 50% de la guerrilla que aún subsiste, por lo que las concesiones
del gobierno se perciben desproporcionadas y sospechosas, ¡El remedio parece peor
que la enfermedad!