domingo, 5 de julio de 2015

¡EL PROBLEMA DE LOS DIÁLOGOS DE LA HABANA ES QUE NO TIENE PUEBLO Y EL PRESIDENTE NO TIENE CREDIBILIDAD!

El presidente Uribe le entregó a su sucesor y ex Ministro de Defensa de su gobierno, Juan Manuel Santos, un país casi en paz: faltaba un hervor. En ocho años la administración Uribe recuperó la dignidad del país, fortaleció sus instituciones, organizó la economía, atrajo inversión extranjera y volvió viable un país con muchos problemas sociales.    

Su hermano Enrique y una camarilla de personajes de la izquierda radical que se le incrustaron al interior del gobierno como sanguijuelas humanas, le vendieron a Santos la idea de promover un proceso de paz con las Farc cuidando eso sí de no enterar al saliente presidente Álvaro Uribe, quien seguramente se opondría por su inutilidad, pues los grupos terroristas en Colombia estaban en vías de extinción. Santos además se había comprometido a continuar con el programa de Seguridad Democrática y que tantos éxitos trajo en la paz de los colombianos; bajo esa premisa el país lo eligió.   
Caracas fue el epicentro donde se fraguo el plan, allí residía o reside la cúpula de las Farc. Chaves vislumbró enseguida la forma de penetrar a Colombia su revolución bolivariana, por eso apoyó con inusitado entusiasmo la constitución de una  Mesa, o mejor la ideo él con Raúl y el hermano del presidente Santos, Enrique e impuso (Chávez) a La Habana como sede de esos diálogos: ‘todo bajo estricto secreto de estado’.

Los últimos tres años del proceso en La Habana, le han servido a los terroristas para rearmarse, recomponer sus frentes, reactivar los extinguidos, demandarle a un presidente débil y arrinconado en su propia atalaya, la prohibición de la fumigación área, y lo más grave han retomado a sangre y fuego los corredores de salida y entrada de droga y armas, ¿será qué con este inventario de hechos y acontecimientos la guerrilla tendrá alguna intención de suscribir un proceso de paz? Lo dudo como lo duda el 93% de colombianos que no le creen nada a ese grupo terrorista.  

Un jefe de la cúpula de las Farc acaba de notificarle al país desde Cuba, un plan pistola para matar militares y policías indiscriminada y alevosamente (ya comenzaron), un sistema muy similar al utilizado por Pablo Escobar en su desespero por arrinconar y doblegar al gobierno de la época y plegarlo a sus fines. Si la guerrilla, esta vez tiene una verdadera vocación de paz no sería necesario ceses al fuego, ni más muertos, han causado cerca de medio millón en esa demencial ola de asesinatos en nombre de una supuesta revolución que no tiene pueblo ni credibilidad; tres años son más que suficientes, lo demás son justificaciones macabras. 

Mientras el país se desangra, la impunidad corroe el establecimiento, la economía convulsiona, la corrupción campea en casi todas las oficinas del gobierno y la inseguridad llega a extremos, la Fiscalía General aliada incondicional del gobierno y no de la justicia, dedica su tiempo y su gente a perseguir y a encarcelar altos funcionarios de la administración Uribe, con acusaciones criminales previamente elaboradas por un nefasto senador de la republica fundador de los falsos testigos, y por una ex parlamentaria decadente y mitómana. Sin olvidar un hacker de quinta inventado para incriminar a importantes miembros políticos de Centro Democrático: todo esto concebido en un plan para ablandar al ex presidente Uribe, critico acerbo del proceso de La Habana, no de la paz.  

Contrariamente las denuncias contra el presidente Santos por la infiltración de dineros mafiosos en la pasada campaña, rápidamente son archivadas. Las maniobras en la elección presidencial, donde se rifó y se repartió con total descaro el presupuesto nacional de varios años, a cambio de votos, no son investigadas. Ahora corre el presidente a hacer reformas tributarias para tapar los rotos que dejó a los colombianos su ruinosa campaña.    

El país tiene que decir algo, aquí debe pasar algo, no se puede seguir engañando por más tiempo a todo una nación; frases manidas como: ‘’la paciencia tiene un límite’’, ‘’los colombianos no aguantan más’’, ‘’se colma mi paciencia’’, ‘’hay que desescalar la guerra’’, están gastadas, el folclor continua en La Habana y la guerrilla en nombre de la paz de Santos mata colombianos por deporte.

Finalmente habría que preguntarle al presidente Santos: ¿Si  sabía que faltaba un hervor para liquidar ese reducto terrorista, por qué carajos nos metió en este berenjenal?  

@luisguillermobl



miércoles, 6 de mayo de 2015

CONCIERTO DE PITO EN SOL MAYOR

El mundo y los colombianos estamos en mora de hacerle un justo y merecido homenaje a un pequeño instrumento de viento y de nota única llamado pito o silbato. Y estamos en mora porque siendo el pito un instrumento útil, popular y polifacético, hasta el momento no hemos percibido a un poeta, a un escritor, a un filósofo y menos a un político dedicarle un poema, un verso, una trova, o sonarle un discurso.

Las ventajas de llevar encima un pito son muchas. Si uno es víctima de un terremoto y queda atrapado en algún lugar, un pito un simple pito le pude salvar la vida; las posibilidades de rescate definitivamente se multiplican. Decenas de víctimas en Nepal se hubieran podido salvar si entre sus bolsillos encuentran un pito.
En un atraco, de moda en nuestra capital, el pito es imprescindible; lo mismo que para prevenir sospechosos en el barrio, en caso de emergencia médica, en la movilidad. En tiempos inmemoriales agentes uniformados de azul macilento manejaban el tráfico desde una tarima y a punta de pito;  sus  brazos  contorsionados en una especie de cruces métricos y acompasados daban vía de acuerdo a la ola de carros; la cosa se complicó cuando  llegaron los inefables semáforos, a los que nunca hemos podido poner de acuerdo.

Las mujeres (y todo el mundo) deberían cargar siempre un pito sonoro; cada vez que alguien pretenda sobrepasarse o irrespetarlas, activarlo de inmediato, de seguro aparecerán decenas de socorristas repitiendo y auxiliando. Transmilenio en lugar de tomar medidas etéreas, confusas, costosas, tiene que adoptar soluciones sencillas: regalar pitos. El que intente colarse en el bus, un sospechoso merodeando, un policía chateando, el que se sube con el morral a la espalda, se harán acreedores a sendos pitazos; el mismo sistema va creando un lenguaje de tonos y matices que el usuario finalmente va entendiendo; es más o menos como las señales de humo de nuestros antepasados, pero sin humo.

Hablando de tonos y matices, en días pasados el periodismo refirió una silbatina o pitadera al presidente de la república; Santos se alistaba a encabezar una carrera atlética ‘’en honor a los héroes caídos en combate’’, cuando quiso hablar la multitud le endosó tamaña y estruendosa pitadera; asustados presidente y guardaespaldas pusieron pies en polvorosa. Al igual que en Bogotá, en Barranquilla, Cali y Medellín lo atendieron lo mismo; en Barrancabermeja, Quibdó y Pasto alcaldadas la prohibieron. Aunque el presidente trató de restarle  importancia a estos hechos, dijo desde diferentes estadios, algo así como: ‘’me importa un pito la pitadera con tal de lograr la paz de los colombianos’’. Hizo bien el presidente en no asistir al Festival de la leyenda vallenata, su exposición en la actual coyuntura era innecesaria e inconveniente.


Congresistas y gobierno, han propuesto cosas peores, como impunidad total a las farc, entregarle curules, ministerios, embajadas y una gran franja de nuestra suelo patrio; claro que los envalentonados quieren el 1’141.748 kilómetros cuadrados de territorio continental + 988.000 de extensión marítima + el poder; yo solo pretendo que el escudo de Colombia tenga dos cambios sencillos: el primero, que en vez del gorro frigio, que no representa nada autóctono de nuestra finca, se cambie por un sombrero vueltiao, y que en lugar de la lánguida corona de laurel que pende del pico del cóndor, se le coloque un silbato o pito que llaman.